Inaugurado en 1965, esta obra arquitectónica es uno de los exponentes del modernismo argentino, creado en una época en que la arquitectura apostaba a la funcionalidad, la racionalidad y la innovación tecnológica.
Es un edificio en altura que se desarrolla en una superficie de 256 m2 con una superficie total construida de 4.000 m2. Originalmente, estuvo estructurado en 3 subsuelos, un basamento (planta baja, entrepiso y primer piso) y la torre de 11 pisos de igual diseño; más una terraza y un último piso para la vivienda del mayordomo y la sala de máquinas.
En el segundo piso, un balcón corrido destacaba en la fachada. Entre los pisos segundo y once, el volumen se resolvió con un cerramiento de cortina de vidrio construido en chapa de aluminio que incluía en cada módulo un sector opaco de parasoles del mismo material y un sector vidriado. Estas características definían la torre. La repetición de elementos y de los forjados creaba una escala que permitía identificar cada piso y enfatizar la condición de torre en la distancia.
Álvarez se adaptó a las nuevas tendencias tipológicas internacionales y propuso soluciones innovadoras para edificios urbanos e industriales. Se percibe en sus construcciones la condición de 'estructuras limpias' exentas de elementos decorativos superfluos, lo que se convirtió en el enfoque principal de sus obras. Priorizó la funcionalidad y la simplicidad en el diseño a las formas, lo que permitía una fácil compartimentación con elementos livianos.
En la actualidad, el edificio se reacondicionó, tanto desde el punto de vista estructural como tecnológico según las necesidades funcionales del Tribunal Superior de Justicia. En este proceso intervino el Ministerio de Infraestructura del Gobierno de la Ciudad.





